Ese príncipe que fui. Jordi Soler. Alfaguara.

23/03/2015 - 12:00 am

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Esta es la crónica de la estirpe del último emperador azteca. O bien es el relato de un monumental engaño urdido por un pícaro del siglo XXI. Tal vez es las dos cosas al mismo tiempo, ya que la Historia ofrece a menudo las suficientes grietas como para que por ellas se filtre la invención.

En el siglo XVI, una hija de Moctezuma es raptada por un noble español que la lleva hasta un pueblo remoto del Pirineo. Allí nacerá un niño, origen de una enloquecida familia vinculada a un tesoro que, según cuenta la leyenda, fue enterrado por la princesa en tierras catalanas. La búsqueda de ese tesoro conduce al narrador hasta un personaje inverosímil, Kiko Grau, quien, aprovechando su condición de heredero del imperio azteca, se introduce en la alta burguesía de Barcelona. Entre el delirio, la picaresca y la responsabilidad histórica que le impone su origen, Su Alteza Imperial triunfa en la España franquista estafando a todos aquellos que anhelan añadir a su nombre un título nobiliario que los avale socialmente. Por absurdo que sea el título. Por falso que sea el reconocimiento que conlleve.

Ese príncipe que fui es la deslumbrante narración de la vida frenética de Federico de Grau Moctezuma, de sus glorias y de sus fracasos, de su afán de ostentación, de su afición a la fiesta y al alcohol, de su ascenso y su caída, y de su oscuro retiro en un pueblo mexicano cuyos habitantes son los únicos que reconocen sus nexos con la realeza prehispánica.

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Jordi Soler

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Foto: Pep Avila. Editorial Alfaguara.

Es autor de dos libros de poesía y de diez novelas, traducidas a varias lenguas: Bocafloja (1994), La corsaria (1996), Nueve Aquitania (1999), La mujer que tenía los pies feos(2001), Los rojos de ultramar (2004), La última hora del último día (2007), La fiesta del oso (2009) —las tres últimas compiladas en La guerra perdida(2012)—, Diles que son cadáveres (2011) y Restos humanos (2013). Fue diplomático en Dublín y vive en Barcelona, la ciudad que abandonó su familia al término de la Guerra Civil. Es caballero de la irlandesa Orden del Finnegans.

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